La UEFA no puede seguir escondiéndose detrás de tecnicismos. La misma institución que vetó a Rusia por la guerra en Ucrania, guarda silencio ante un genocidio retransmitido en vivo, donde niños, periodistas, médicos y deportistas palestinos caen víctimas día tras día. Este doble rasero hiere la credibilidad de la organización y la desnuda ante el mundo: justicia selectiva según conveniencias políticas.
El gesto de Salah ha despertado a Europa. Hinchadas que antes callaban, hoy levantan la voz en los estadios; banderas palestinas ondean como denuncia y como esperanza. El fútbol, que se proclama territorio de unión y hermandad, no puede ser cómplice del exterminio de un pueblo.
La UEFA está frente a una decisión histórica: o se pone del lado de la vida, de los valores universales y de la dignidad humana, o quedará marcada como una institución que eligió la indiferencia frente al crimen.
El asesinato del “Pelé palestino” es más que una tragedia: es un símbolo. Y en torno a ese símbolo se levanta hoy una exigencia clara y justa. Europa no puede seguir premiando a Israel con privilegios deportivos mientras asesina a atletas palestinos.
La pelota está en el campo de la UEFA. Callar es avalar. Y en este momento, el silencio es complicidad.
Fuente: Editorial de la Unión Palestina de América Latina - UPAL.
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